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sábado, 21 de febrero de 2015

CRÍTICA: NIGTHCRAWLER

No hemos cambiado desde los tiempos de Network o Taxi Driver. Es mas, Renne Russo en esta Nightcrawler parece encarnar el mismo arquetipo de ejecutiva sin escrúpulos en el que se enfundaba Faye Dunaway en el film de Sidney Lumet. Y las noches siguen siendo el hábitat natural para los sociópatas errantes como Travis Bickle o ahora Louis Bloom. Aunque este último no quiere cambiar el sistema. Quiere jugar a ese juego y ser la peor alimaña posible.Un trabajo que confirma que tenemos nuevo Matthew Mac Conaughey aunque esta vez el "Prince of Persia" no tenga aún ni nominación a la estatuilla dorada de la Academia. No sólo se ha quedado en los huesos el bueno de Jake Gyllenhaal si no que junto a la dupla Villeneuve se está marcando un resurgimiento después de un tiempo en blockbusters de poco calado. Aquí se convierte directamente en Louis Bloom y da miedo. Seguiremos a este chico muy de cerca.

Pero el film de Gilroy es mucho mas que su protagonista aunque el  actor de " Amor y otras Drogas" monopolize todo los planos. Nigthcrawler nos remite, a priori, con la atmósfera digital nocturna de Michael Mann: Imagenes granuladas, estilizadas y únicamente iluminazadfas por luces artificiales. Sin embargo, el pararelismo de su ecosistema se revela como la respuesta de Robert Elswit al film fotografiado por Michael Chapman. Y es que resulta de lo mas curioso como el cine norteamericano cada vez se mira mas al espejo para reflejar no sólo las grietas del sueño americano si no como en los 70, que ese sueño no sólo es cadáver si no manjar para buitres. Louis Bloom no duda en manipular hasta lograr el éxito impúdico porque no tiene nada que perder. No tener moral ni sentimiento sólo tiene ventajas. En este mundo, el único bienestar lícito es el éxito a costa de la miseria morbosa humana.

En unos tiempos donde los jóvenes se tienen que arrastrar y hasta sacrifican su dignidad para el trabajo, el tiene todas las de ganar. Es el reflejo de personajes como el de Nina, paradigma de un mundo y principios tóxicos. Dan Gilroy lo narra como un trhiller o un atípico "slasher" en tres actos, donde después de familiarizarnos con ese universo y su evolución acaba en un clímax, donde frena el trepidante tempo antes de estallarte en la cara. Sin embargo, como Whiplash, su afiliación al cine de género es aún mas acerada: No hay nostalgia en esta critica del amarilismo.  Solo el autodescubrimiento de un hombre que encuentra en la modulación de la realidad para su lucro el motor de su existencia. Lo que sin embargo, no oculta la paradoja. El film es como su protagonista disfraza su verdadera naturaleza. Este es un film de "tesis". Pero no lo parece. Eso si, ojalá todos fueran así.

NOTA: 8

lunes, 2 de febrero de 2015

CRÍTICA: BLACKHAT

Un hacker estadounidense pasa sus días con sus noches en la cárcel. Hasta que es requerido por un antiguo compañero, ahora policía chino, para desentrañar el enigma que se oculta tras un atentado en una central nuclear. Un film de género (el de ladrones pero en clave 2.0)  dónde amén de aprender mucha jerga tecnológica, vamos a ver arder ese mundo postmoderno de existencia líquida a manos de...ese hombre. Si, el de las escenas digitales de luces de león laberínticas, acción pseudo-documental de ángulos imposibles, grano en pantalla, uso del zoom y cambio de encuadre sin cortes. El de ese cineasta que (sobretodo después de subir a Tom Cruise en un taxi), se ha vuelto un "auteur" mainstream de films con héroes súper serios de ropa de marca y gafas de sol que caminan y disparan a cámara hiperlenta. Sí, estoy hablando de Michael Mann.

Si, al fin el realizador de Chicago ha regresado a nuestros cines después de demasiado tiempo sin tener otra cinta en su filmografía. Y es que esta vez ha tardado 6 años en tener lista Blackhat. Una espera prolongada que no beneficia el resultado final. Blackhat contiene alguno de los puntos fuertes del cineasta que en la pantalla se traduce como oro fílmico pero también otros momentos dónde la dispersión se hace dueña de la cinta y la diluye hasta cotas insuficientes. Y eso da al traste con un film que plantea una temática pero no acaba de desarrollarse, sobre todo por culpa de un libreto y alguna decisión de reparto cuestionable.

De lo segundo, el quid no es un hecho colateral. A día de hoy, creo que Chris Hemsworth no ha demostrado ser algo más que una cara bonita y aquí el esquemático rol depende de alguien capaz de elevar el nivel del mismo con su capacidad interpretativa. El actor de Thor no da la calle y eso condena al film a estar protagonizado por un personaje hueco, estereotipado y de interés cero. Tampoco es que Viola Davis o Leehom Wang tengan mucho más margen de maniobra en sus roles pero al menos demuestran mayor capacidad para subvertir la unidimensionalidad de sus personajes. Sin duda, la mejor a pesar del también del papel constreñido es Wei Tang, como la chica y principal socia del apolíneo protagonista.

Y si, por si lo habían intuido hay mucho de cine asiático en Blackhat. De hecho, es quizá una de las ocasiones en que se ha plasmado de forma más evidente dicha coyuntura geopolítica actual. Los primeros minutos uno cree estar viendo un blockbuster autóctono (filmado con mano maestro, eso si) pero no, este es un producto made in USA y el nuevo film de Mann. Una cinta que se vertebra como si de un film de James Bond en Asia se tratara; debido al periplo turístico que las migas de pan del delincuente virtual dejará en su camino: Indonesia, Macau, Hong Kong...Todo porque el villano pone en jaque el gobierno chino y como el único que puede solucionar el entuerto es Hataway, ambos gobiernos tendrán que colaborar estrechamente para acabar con la amenaza cibernética. Y es aquí donde Mann intenta tratar de forma peliaguda este tema y...ay, no puede. O mejor dicho... ¿No lo dejan?  En el film, si se plasma el hermetismo y desconfianza que hay en las  relaciones USA-CHINA, siendo los primeros los más puestos en entredicho, mostrando una actitud más conciliadora por parte del gobierno chino. Algo que se puede diluir en una secuencia final abrupta pero certifica los escollos de una de las subtramas más jugosas de Blackhat cuya conclusión deriva en una "inconclusión" cuanto menos dispersa. Ahí solo podemos intuir lo que había podido ser esta cinta sin elementos menos “perjudiciales”.

Elementos como el tema núm 1 del film. Aquí como no sabemos discernir qué grado de verosimilitud esta tratado el tema principal (tampoco es indispensable para disfrutar el film), nos lo tendremos que tragar sin acritud. Y es que amigos, lo que sí es importante y el film no hace es  hacernos entender de qué va todo esto de líneas de código, logins y esas cosas.  Exacto. El tema tecnológico está representado de forma muy pero que muy densa. Y eso es otro escollo descomunal ya que al no tener anclaje con los personajes por su simpleza, si la jerga informática es sólo para muy especialistas en el tema... ¿que nos queda? Si, las imágenes portentosas de Mann filmando conexiones USB y rascacielos orientales; así como el par de escenas y golpes de efectos de una trama que de centrarse como lo hace en su excelente prologo y la última media hora podían haber sido muy grande. 

Al menos Mann sigue filmando a las mil maravillas aunque cambie de director de fotografía en cada cinta y sigue teniendo las secuencias diurnas de acción como deuda pendiente (no es que sean malas, pero si son netamente inferiores a las nocturnas). Lo mejor de Blackhat es que el director no ha perdido ápice de virtuosismo y sello en la dirección así como riesgo y eso es la mejor noticia para el cine de Mann, donde incluso films tan flojos respecto a su obra como este, siempre tienen algo diferente que ofrecer.

NOTA: 6