Empezó
haciendo de mimo en Central Park pero el stand up comedy fue el que empezó haciéndole
popular. Ese era Robin McLaurin Williams (para todos Robin Williams) algo más cómico, algo más que un actor. Un
icono del cine de finales de siglo. Su primer rol fue el de extraterrestre en
la sitcom Mork and Mindy durante estuvo 4 exitosas temporadas. No obstante, el actor de Chicago no tardó en saltar al cine en Popeye de Robert
Altman donde encarnaba al marinero de las espinacas. Un habitual cómico de la
comedia de la década de los 80 en las que llevó a nuestros cines cintas como Un
ruso en Nueva York o Hotel Paradiso.
No obstante,
no empezó a convertirse en la estrella de los 90 hasta que se sentó delante de
un micrófono para animar a las tropas norteamericanas en Saigon en "Good
Morning Vietnam". Poco después, tras interpretar una cabeza voladora en " Las Aventuras del Barón de Munchausen" llegó el que es con toda probabilidad, su papel más recordado. El que encarnó en el film de Peter Weir “El club de los
Poetas muertos” donde su profesor
Keating marcó toda una generación de espectadores.
A partir de ahí, combinó con gran éxito tanto el drama como Despertares o el rey Pescador con cine más familiar como Hook o
Jumanji así omo "Señora Doutbfire" dónde se convertía en una asistenta de lo mas
especial. De hecho, su versátil voz le
llevó a prestar su talento en la animación como en el del Genio del Aladín de Disney,
cuyo personaje se realizó a partir del trabajo previo del genio y que contenía más
de 30 voces diferentes para el rol.
En 1997 ganó
por fin el óscar por "El indomable Will Hunting", quizá uno de sus
grandes papeles en el film que encumbró a Matt Damon y Ben Affleck. Durante esos años, encarnaria otros personajes que han quedado en la memoria colectiva de la gente como el profesor chiflado de Flubber, el médico con corazón de
clown en Patch Adams o el "farsante" esperanzador de "Ilusiones
de un mentiroso".
Durante la
primera década del siglo XXI, su carrera empezó a perder fuelle, no sin antes
darnos muestra de su vertiente más oscura en films como "Retratos de una
obsesión" o la segunda película de Christopher Nolan, Insomnio. Después, acabó
mayormente relegado en roles secundarios como su teniente coronel Roosevelt de
la trilogía de Noche en el Museo o el cura de "La gran boda" de
Justin Zackham.
Ahora, este
genio del séptimo arte nos deja de forma injusta. Pero que los árboles no nos
dejen ver el bosque. Su legado cinematográfico es una lección de vida que ha
hecho crecer a las antiguas generaciones y tiene que seguir de ejemplo para los
siguientes. Así que para despedir a este gran actor, les recomiendo que al
acabar estas líneas, se suban encima de sus mesas y digan “Oh, capitán. Mi
capitán”. Descanse en paz, señor Williams.
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