Y ahora, en pleno siglo XXI, con la crisis dejando en paños menores nuestro
mundo, esa substancia dolorosa se descubre aquí como traje de camuflaje para la
era hormonal. No en vano, podríamos resumir este mastodonte fílmico que
es esta película como la versión genital de sus anteriores crónicas
mafiosas. Substituyan violencia por sexo, gánsteres por brokers, y Robert de
Niro por Leonardo Di Caprio. Si, El lobo de Wall Street es como el fin de la
trilogía de la ambición que empezó por las dos cintas scorsesianas ya
mencionadas con el espíritu de Calígula latiendo en sus carnes.
Sobre el papel, puede parecer algo reiterativo pero nada lejos de la realidad. Si, las tres van de nacimiento, auge y caída de mitos cegados por la codicia y que acaban siendo parias sin alma. Sin embargo, cualquier atisbo de previsibilidad se hace añicos desde el minuto uno. La historia del corredor de bolsa y estafador bursátil Jordan R. Belfort es entretenidísima, adictiva, se realimenta a cada momento (gracias Terence Winter) y también tan agotadora que no deja ni respirar al espectador; dejándonos como dirían los protagonistas en un "lute" permanente.
Sobre el papel, puede parecer algo reiterativo pero nada lejos de la realidad. Si, las tres van de nacimiento, auge y caída de mitos cegados por la codicia y que acaban siendo parias sin alma. Sin embargo, cualquier atisbo de previsibilidad se hace añicos desde el minuto uno. La historia del corredor de bolsa y estafador bursátil Jordan R. Belfort es entretenidísima, adictiva, se realimenta a cada momento (gracias Terence Winter) y también tan agotadora que no deja ni respirar al espectador; dejándonos como dirían los protagonistas en un "lute" permanente.
Tampoco se salva de la excelencia el elenco: Di Caprio se supera otra vez mas, en una sobreactuación tan medida que parece mentira que exista un actor así. Jonah Hill no es Jonah Hill. Es Donnie, su personaje. Y un Matthew McConaughey post-Dallas Buyers Club se confirma en pocas escenas como uno de los actores más en auge de los últimos tiempos.
Y ante todo este desfile de abundancia material, una pregunta para la posteridad… ¿cuál es nuestro papel? El último plano de El lobo de Wall Street la responde. Porque Scorsese, seguro de la naturaleza de su propuesta y de su cine, es capaz de resumir su esencia en un ejercicio de meta cine tan sutil como magistral. En un única imagen. Y eso lo confirma (aún mas) como uno de los mejores directores de la historia del cine.
NOTA: 10
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