Estamos ciegos. Las farmacéuticas no han venido a
salvarnos la vida. Si no a convertirnos en yonkis de nuestras propias enfermedades
hasta la muerte. Y con el único propósito de enriquecerse a nuestra costa. Da
igual que estemos hablando de síndromes tan graves como el VIH. No hay
escrúpulos porque todo vale para manipular el prójimo. Pero tranquilos, tenemos
una alternativa a todo esto. Existe una especie de club solidario fundado por
un tejano homófobo y un travesti con los rasgos de Jared Leto. Y
precisamente de esto es de lo que va este film.
El director Jean-Marc Vallée es el encargado de
llevarnos a ese club de marginales (basada en hechos reales) que se agarran a
la vida como un clavo ardiendo. Detrás de cuerpos como el del famélico
protagonista, se esconde una irreverencia sana y vitalista con unos roles muy
bien construidos que trasgreden el estereotipo. Como el del cantante de 30
seconds of Mars, que realiza una
candidatura que le ha valido el epíteto de favorito en los Óscars a mejor actor
de reparto con todas las de la ley. Y en el caso de McConaughey...
...no hay palabras para describir lo que ha hecho este
hombre un año. Empezó avisando en Mud pero ha sido sobre todo en la serie
de HBO, True Detective y sus 10 minutos de
robaplanos en el film de Scorsese donde se ha convertido en la"
revelación" del año; reafirmando la frase " Las lechuzas no son
lo que parecen". Este hombre que protagonizará el futuro blockbuster
del verano: Interstellar de Christopher Nolan... Sin embargo, es éste. Este es
su papel. Aquí, en esta especie de Breaking Bad (aunque más bien Breaking Good,
en este caso), Californication tejano, Johnny Q y Philadelphia. Su Ron
Woodroof, es un caramelo de personaje que no desaprovecha y como el film
explota la trama de denuncia con esta amistad particular ya mencionada, el. Y
el film se devora de forma instantánea.
Por eso, me fastidia esa parte final.
Incomprensiblemente floja. Un desenlace algo tosco y apresurado, indigno de la
que estaba siendo una muy buena cinta; llena de humor, crudeza y tristeza, a
partes iguales. El buen libreto de Craig Borten y Melisa Wallacks frena en seco
poco antes de llegar a la meta y no encesta el último tiro con el que rubricar
su mensaje y unas tramas que tenían una desarrollo si quizá no muy sorprendente
si no de forma mas que solvente. Lástima, aunque tampoco arruina la función ni
mucho menos.
NOTA: 7
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