Hubo quien la miró con gafas de pasta en la Sección Oficial del 62ª Zinemaldia y la acribilló simplemente por su forma de ser. No fue el público vista su reacción en el Kursaal. No voy a ser yo quien reproche los criterios de cada uno pero es una lástima que los prejuicios impiden ver el bosque; cuando en este caso, está plagado de un sentido cinematográfico tan genuino. Porque para el firmante, The Equalizer no sólo es una buena cinta de acción, sino una de las obras mejor filmadas en Estados Unidos del subgénero en los últimos años.
El secreto: Dos nombres clave. El primero es Antoine Fuqua. Y es que cuando es la hora de filmar acción contemporánea (su paso por El rey Arturo pese a tener algún buen momento fue bastante prescindible), sabe que no tiene que lucirse para demostrar galones. Basta con ponerse al servicio de la historia. ¿Qué hay que filmar una secuencia en diferentes ángulos para conformar la sensación de espacio a la escena? Se hace. Así se crea atmósfera, previa a la acción que de eso la cinta sabe un rato. ¿Qué tiene que mostrar la violencia brutal, al puro estilo surcoreano? No se escatiman gastos. ¿Qué, como decía Howard Hawks, sólo hay que usar esa violencia en determinados momentos para que no se resienta el conjunto? Dicho y hecho.
No en vano, la sempiterna historia del justiciero que encarna Denzel Washington tiene mucho de western, pero parece que en estos días el working class hero da urticaria. Más si el protagonista de Training Day nos presenta, de nuevo, a un héroe entre gurú espiritual y castigador impacable. ¿Algo chirría? Nada más lejos de la realidad. Es justamente esa dicotomía tan fácilmente autoparódica, pero a la vez tratada de forma tan seria (filmada por Denzel como sólo él podría hacerlo, a su imagen y semejanza) lo que hace que al menos para un servidor, el invento funcione a las mil maravillas.
Hay mucho de cine clásico en esta destilación de los códigos narrativos, filmadas por un señor que se crió en el mundo del videoclip, pero ha sabido amoldarse al medio sin tener que recurrir a la pirotecnia visual gratuita. Incluso los momentos más “artificiosos” están medidos. Pero si el contenido les sigue sonando con un arañazo en la pizarra no voy a ser yo quien les empuje a la sala. Pero si se ponen el chip del consumidor de VHS de los blockbusters de los 90 o parientes similares, es probable que la disfruten tanto como yo. Si lo hacen, sean bienvenidos al show de Denzel Washington y del buen cine de acción sin paliativos.
NOTA. 8,5
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