La fórmula de 50 sombras de Grey parece estar muy en boga en el
Hollywood actual y más aún con los fructíferos resultados que esta
conlleva. Dicho axioma se podría resumir con la dulcificación de temas
"adultos" para un público adolescente (principalmente, femenino) usando
los esquemas del folletín romántico y concibiendo dichos esquemas como
operaciones mercantiles. Este es un fenómeno que ha empezado en la
literatura (pasando por Stephenie Meyer, Suzanne Collins y ahora E.
L.James) y ahora se traslada al cine remarcando que, cada vez más, un
producto es mas un concepto, más que una obra de arte en sí misma. Puede
pareceros que a mí ese tipo de producto no me gusta. Os equivocáis. Del
mismo modo que no rechazo ningún tipo de género por sistema, he de
confesarme seguidor de la saga de los Juegos del Hambre, ya que creo que
tanto a nivel dramático como a nivel filosófico y de desarrollo de
tesis me convencen. Pero...¿Ocurre eso con este 50 sombras de Grey?
Rotundamente no.
50 sombras de Grey me parece un film tan "correctamente" realizado
dentro de sus parámetros como autoconsciente de los mismos y con una
falta de conciencia que lo hace aún mas nocivo. Sin ir mas lejos, el
príncipe azul de la historia declara que "la libertad es no escoger" y
se queda tan ancho. Y es que me resulta imposible hacerme partícipe de
tales principios reaccionarios y no percatarse de la forma tan viperina
donde se coacciona al público (y a su vez a la protagonista) en una
versión del capitalismo que más que nunca, se asemeje a forma de estado
totalitario encubierto. Y eso es algo que ni el Michael Bay más
extremista ideológicamente es capaz ni de insinuar. Así pues, que este
artefacto de mass media que es Cincuenta Sombras de Grey sea el éxito,
literario antes y ahora cinematográfico, me produce tristeza y miedo.
Dicho este aviso a navegantes, vamos a ceñirnos en el ámbito
cinematográfico y como ya hemos apuntado antes, 50 sombras de Grey no lo
considero un producto mal confeccionado. Es más, el gusto por la
narración y el encuadre de su directora Sam Taylor-Johnson, me
sorprendió gratamente. La realizadora aplica saviamente la estética de
anuncio al film sacando partido sobretodo al estilizado mundo de lujo de
Christian Grey, empezando por la primera escena del despacho (sin duda,
lo mejor de la cinta antes que se destape la caja de Pandora) y más
tarde en escenas como la de la reunión de "negocios".
Y luego, está Dakota Johnson en su papel de ingenua beata, como los
que encarnaba Joan Fontaine 70 años antes, que cumple con creces con una
notable interpretación como Anastasia Steele. Por su parte, Dornan da
el pego como "rico intimidante", pero da la impresión que no es la
elección de casting más acertada y da la sensación de hacer lo que
puede. Pero los actores no són el problema de 50 sombras de Grey, sí lo
es que, tras los primeros 40 minutos, todo se reduzca en un interminable
tira y afloja por si Anastasia Steele accede o no accede a los gustos
de Grey. Y eso lastra un universo donde sólo existen los 2 protagonistas
y secundarios como Marcia Gay Harden son meras comparsas para alargar
el metraje. Para colmo, su final sigue los cánones de esos finales
abruptos , de naturaleza televisiva, cuyos cliffhangers esquivan darle
un conjunto dramático mínimo a la trama.
Así pues, desde el punto de vista fílmico, para servidor, es un buen
inicio con una actriz notable y una ajustada dirección y un desarrollo
estoico incapaz de desarrollar su contenido, a la espera de que las
secuelas vengan y vuelven a hacer saltar la banca. Si a eso le sumamos
esa indisimulada intención retrógrada, imposible de alinear que
justamente se descubre cuando el film empieza a flojear, nos encontramos
con un producto que, a pesar de algunas virtudes, es preferible que no
le deis una oportunidad, aunque el debate implícito sea, por otra parte,
tan jugoso.
NOTA: 4
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