Todos tenemos miedo de algo. Pero quizá el elemento común de nuestras
pesadillas es el miedo a lo desconocido sea algo natural o lo denominado
sobrenatural. Justamente esto último al constituir una realidad tan
indescifrable desde el principio de los tiempos es la que la convierte
en caldo de cultivo no sólo para nuestros miedos si no para nuestra
curiosidad. Esa ambivalencia es una de les bases por el que se
constituye el cine de terror ante el amparo de la pantalla de cine.
Allí vemos esos miedos "reflejados", apelativo que le va que ni
pintado a Oculus porque usa un elemento tan común en nuestra vida
cotidiana como de gran tradición mística. Y es que si bien no es
novedosa esta primera cinta de Mike Flanagan tras un estudio (de hecho,
es la adaptación de uno de sus primeros cortos al formato largo), su
prolongación de la vía Insidious bien lo parece por la frescura que
transmite el conjunto.
Flanagan realiza una firme puesta en escena con la pulcritud que
mandan los cánones, aunque es sobre todo a partir del tempo que le
imprime el montaje y la forma en la que une con una facilidad pasmosa
sus líneas narrativas, la que la convierte el film en un entretenimiento
de terror espectral tan entretenida como interesante, en la que se
ponen sobre la palestra algunos temas que el género acostumbra a tratar
de forma mas tangencial.
Sin ir más lejos, en la cinta, la huérfana reciclada en cosmopolita
encarnada por Karen Gillan, intenta desenmascarar el mal gracias a la
tecnología. Una premisa que constituye una de las bases del film que,
amén de recalar en el imaginar colectivo y conjugar un efectivo
blockbuster low cost de sustos, reflexiona sobre nuestra búsqueda
infructuosa del sentido de las cosas, primero en el empirismo y por
ende, en la tecnología.
NOTA: 6
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