Por fortuna, dichas pesquisas se materializan en lo que este cronista considera su film más cohesionado, más interesante, más emocionante: Chappie, o como lo que en parecía solamente un mixtura entre Cortocircuito y Robocop en Johannesburgo se convierte en una empresa fructífera mucho mayor.
Mis motivos son muchos pero mi principal argumento con el que apoyar sus logros es que el nuevo del film del realizador sudafricano, articula una de las miradas mainstream más impías del mundo, al confrontar la ingenuidad del cine de antaño con estos oscuros tiempos post 11-S, tan siniestro y caníbal como inclemente. Y lo hace explicándonos la historia de un robot que, en el fondo, es un niño que como millones de infantes en el Tercer Mundo reciben una lobotomía por culpa de su hostil entorno.
Chappie, en su ingenuidad, es muy dura y, a la vez, es capaz de tomar un tono absurdo y auto paródico empleando la estética steampunk para ridiculizarla y hacer hincapié en la aberración que ha degenerado el cosmos habitual plasmado por el director en esta decadente época geopolitizada, y lo hace tanto con los pandilleros "tuneados" como esos oficinistas como el atípico técnico hercúleo que ejerce de villano de la función: Un personaje interpretado por Hugh Hackman, demostrando su capacidad actoral orgánica al servicio de la historia.
Porque aquí el protagonista no es ni Lobezno, ni el chico de Slumdog Millonaire (interpretado con solvencia por Dev Patel) y, ni mucho menos, el testimonial rol de Sigourney Weaver. El corazón de la cinta es Chappie con la voz de su fetiche Sharlto Copley (que entra en la galería de androides memorables del cine) y además dos cantantes sudafricanos reciclados en actores como són Ninja y Yo-Landi Visser que transmiten autenticidad y la verdadera cara de la capital sudafricana. Ellos, juntamente con la dirección y el ritmo de Blomkamp (sus escenas de acción brillan mejor que nunca y también las que no lo son. No sobra ni un plano aquí) son el alma de este proyecto que le harán ganar algunos recelos, tanto por la aparente pérdida de "profundidad", como por su cada vez más acentuado misticismo del realizador. De lo primero. como ya he expuesto antes, no puedo estar más en desacuerdo, ya que creo que justamente el cambio de tono aquí empleado define mas su discurso y, de lo segundo, personalmente aún me ayuda más a defenderla como lo creo que es: Un peliculón en toda regla. No os la perdáis.
NOTA: 8
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