Pues con el clásico de Dickens pasa 3/4 de lo mismo. La historia es tan archiconocida, hay tantas versiones que para sorprender al espectador dickesiano se necesita algo realmente diferente a lo que ya se ha hecho sobre GRANDES ESPERANZAS. Y para el no iniciado, requeriría un poco de alma para un museo de cera viviente; que es lo que en sus peores momentos acaba siendo el film.
Si alguien no conoce el relato, aquí se lo cuento, aunque es de esas historias de las que es mejor destripar lo menos posible. El hijo de un humilde herrero llamado Pip sueña con convertirse en caballero. Cuando es enviado a Londres a estudiar gracias al dinero de un benefactor anónimo, ve la oportunidad de conquistar a la joven de la que está enamorado desde niño: la sobrina de una vieja aristócrata trastornada que ha educado a la chica para hacer sufrir a los hombres.
Unas líneas en donde a través de una intricada trama que mezcla la intriga con el melodrama, se resalta el rol de la clase obrera a finales del siglo XIX, aquella que no cuenta con las necesidades básicas para salir adelante y que su carácter universal la hace extrapolable a nuestra era. Dickens homenajea el pueblo y lo hace soñar.
Sin embargo, este Grandes
Esperanzas es una introducción muy literaria y ortodoxa al universo
dickensiano. Algo que resulta fallido.
Porque además, su mayor error no sólo radica en el hecho que esta Grandes Esperanzas pierde delante a otras versiones como Cadenas Rotas. Es que como adaptación es muy pobre. Porque un buena dirección artística no es nada si se opta por un academismo sin ninguna autoría. Así sólo se consigue que el film sea un mediocre encargo televisivo con buena factura pero sin alma; que podría haber filmado Mike Newell o cualquier otro. Además, la narración laberíntica del relato original exige un sentido narrativo muy sólido, cosa que el dierector de Harry Potter y el Cáliz de Fuego no sabre imprimir al conjunto. Así pues, la cinta no transcurre como un todo; se acelera, avanza a saltos, transmite inseguridad y acaba siendo un confuso traje de seda donde se pasean extraviados Jeremy Irvine, Ralph Fiennes y el resto de el elenco. Tal es el despropósito de esta obra con enfoque obsoleto que su personaje mas icónico, Miss Vanisham, parece un remedo de los que ha hecho Helena Bonham Carter en los films de su marido Tim Burton. Y es que literatura y cine son medios diferentes....En fin, un buen intento que acaba aburriendo a pesar de la gran história que hay detrás. Una lástima.
Porque además, su mayor error no sólo radica en el hecho que esta Grandes Esperanzas pierde delante a otras versiones como Cadenas Rotas. Es que como adaptación es muy pobre. Porque un buena dirección artística no es nada si se opta por un academismo sin ninguna autoría. Así sólo se consigue que el film sea un mediocre encargo televisivo con buena factura pero sin alma; que podría haber filmado Mike Newell o cualquier otro. Además, la narración laberíntica del relato original exige un sentido narrativo muy sólido, cosa que el dierector de Harry Potter y el Cáliz de Fuego no sabre imprimir al conjunto. Así pues, la cinta no transcurre como un todo; se acelera, avanza a saltos, transmite inseguridad y acaba siendo un confuso traje de seda donde se pasean extraviados Jeremy Irvine, Ralph Fiennes y el resto de el elenco. Tal es el despropósito de esta obra con enfoque obsoleto que su personaje mas icónico, Miss Vanisham, parece un remedo de los que ha hecho Helena Bonham Carter en los films de su marido Tim Burton. Y es que literatura y cine son medios diferentes....En fin, un buen intento que acaba aburriendo a pesar de la gran história que hay detrás. Una lástima.
NOTA: 3
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