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viernes, 12 de noviembre de 2021

CRITICA: ONE NIGHT IN MIAMI

 En el momento de escribir estas líneas uno no sabe lo que nos deparará 2021, pero si podemos decir que 2020 ha sido un año lleno de conflictos en Estados Unidos y no solo por la pandemia. Las tensiones raciales han estallado, plasmándose en el movimiento Black Lives Matter y la ficción USA ha reflejado esa situación de un país donde se ha alimentado este caldo de cultivo especialmente esta situación en los últimos años: Da 5 Bloods, de Spike Lee, La madre del Blues, la miniserie de Steve McQueen (Small Axe) e incluso El juicio de los 7 de Chicago con el personaje de Yahya Abdul-Mateen II son algunos de los ejemplos de ello. Y en ese ambiente, Regina King, la actriz ganadora del Oscar por El blues de Beale Street, debuta en la dirección reflexionando sobre las tensiones raciales a través de 4 mitos afroamericanos encerrados en una habitación de motel: El activista Malcolm X, el cantante Sam Cooke, el jugador de la NFL y luego actor Jim Brown y el boxeador Cassius Clay. Y bajo quien esto suscribe, se marca un debut magnífico.

Hay varios aspectos a destacar en la película. En primer lugar, el libreto que es la columna vertebral de la misma. El film se basa en el guión de una obra de teatro de Kemp Powers, algo que es fácil de detectar por que el planteamiento de la historia resulta muy “teatral”. Y eso podía ser contraproducente por muy atinado que estuviera el libreto original. Y es que, personalmente, no me cansaré de repetir que el cine es cine y el teatro es teatro. Y es que me ocurren muchos ejemplos de adaptaciones que se convierten en muy teatrales, ya sea por la forma de interpretar de los actores, o bien por el discurso visual del film.

Sin embargo, Regina King -en su debut en la dirección, ojo- salva perfectamente ese escollo. Y lo hace por varios motivos. Primero, porque primero se dedica a presentar a los personajes con tranquilidad y cómo es su relación en el mundo en el que viven. Y después, tras el combate que le da el título de campeón a Cassius Clay, plantea una reunión de 4 amigos en una discusión sobre el conflicto social de los 60 que, obviamente, crea un interesante paralelismo con la actualidad. Y para ello, tanto cuando la cinta le toca ser “más teatral” como cuando no lo es, la película juega a ser cine: En la puesta en escena, en la edición, en la fotografía de Tami Reiker y en sacar lo mejor del libreto y de sus actores, que están todos espléndidos -apuntad sus nombres de cara a la temporada de premios: Kingsley Ben-Adir, Aldis Hodge, Leslie Odom Jr. y Eli Goree-.

Y es que, sin querer desvelar mucho, voy a mojarme hablando del que creo que aparte de todo eso, es su mayor logro: El tono y su postura frente a los temas que aborda. Y es que trata de una cinta que empieza con aparente ligereza -de hecho, su metraje me pasó en un suspiro-, pero que poco se complica a través de la palabra, ya que, a través de sus diálogos, el film nos enseña a unos personajes humanos más allá de los mitos. Y es que, si bien la película no condena a sus roles, los muestra con aristas, y se cuida por reflejar distintos puntos de vista sin caer en el dogmatismo, algo que a veces el cine más activista (sea de la causa que sea) tiene la tendencia de caer. Es por eso que creo que es una propuesta tan interesante. Primero, por como trata el tema que trata, y segundo, por la ejecución por parte de Regina King -quiero ver más cine más dirigido por ella-y de todo el equipo para llevarla al medio cinematográfico, me parece impecable.

En definitiva, no os la perdáis. No todos los días se puede una ópera prima tan redonda.

NOTA: 9

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