
Un producto con un punto de partida que al menos hay que agradecer que va al grano desde el minuto 1. La cinta empieza una mañana cuando un investigador retirado de la ONU, Gerry Lane se levanta para ir en coche con su familia como un día cualquiera hasta que una epidemia zombie convertirá de repente su vida y la de los suyos en una pesadilla.
Uno de los principales hándicaps es que un film de 200 millones de dólares debe llegar al máximo de espectadores. Y eso es muy complicado con la etiqueta R en la calificación. Solución: hacer una de zombies que no solo no cae en el gore si no que reduce al mínimo denominador el nivel de hemoglobina. Intentando aglutinar el público nuevo, WWZ perderá con este aspecto buena parte de sus seguidores. Pero hay mucho más que chirria en el conjunto.

Y por último: el libreto. Dos horas largas tan espectaculares como huecas y vacías en tramas y situaciones. Con personajes tan planos, arquetípicos y manidos que ni Brad Pitt, la única estrella del reparto, puede neutralizar a base de carisma. Sólo un descarado y paródico momento final salva esta Guerra Mundial Z como entretenimiento veraniego. Por lo demás, el pop corn movie con el que más se ha aburrido este crítico en una sala de cine este verano. Quizá ustedes entren más en la propuesta pero en mi caso, factores como su mecanicidad, sus subrayados absurdos y una tendencia al melodrama mas azucarado me impidieron disfrutar de la propuesta. Desconozco que tiene esta cinta del texto de Max Brooks. Solo sé que aquí hay muchos zombies y un Brad Pitt en plan american hero. Pero como cinta a mi no me ha convencido.
NOTA: 1
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