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lunes, 16 de marzo de 2015

CRÍTICA: OCULUS

Todos tenemos miedo de algo. Pero quizá el elemento común de nuestras pesadillas es el miedo a lo desconocido sea algo natural o lo denominado sobrenatural. Justamente esto último al constituir una realidad tan indescifrable desde el principio de los tiempos es la que la convierte en caldo de cultivo no sólo para nuestros miedos si no para nuestra curiosidad. Esa ambivalencia es una de les bases por el que se constituye el cine de terror ante el amparo de la pantalla de cine.

Allí vemos esos miedos "reflejados", apelativo que le va que ni pintado a Oculus porque usa un elemento  tan común en nuestra vida cotidiana como de gran tradición mística. Y es que si bien no es novedosa esta primera cinta de Mike Flanagan tras un estudio (de hecho, es la adaptación de uno de sus primeros cortos al formato largo), su prolongación de la vía Insidious bien lo parece por la frescura que transmite el conjunto.

Flanagan realiza una firme puesta en escena con la pulcritud que mandan los cánones, aunque es sobre todo a partir del tempo que le imprime el montaje y la forma en la que une con una facilidad pasmosa sus líneas narrativas, la que la convierte el film en un entretenimiento de terror espectral tan entretenida como interesante, en la que se ponen sobre la palestra algunos temas que el género acostumbra a tratar de forma mas tangencial.

Sin ir más lejos, en la cinta, la huérfana reciclada en cosmopolita encarnada por Karen Gillan, intenta desenmascarar el mal gracias a la tecnología. Una premisa que constituye una de las bases del film que, amén de recalar en el imaginar colectivo y conjugar un efectivo blockbuster low cost de sustos, reflexiona sobre nuestra búsqueda infructuosa del sentido de las cosas, primero en el empirismo y por ende, en la tecnología.

NOTA: 6

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