En su cuarteto fílmico (Amores Perros, Babel, 21 gramos y Biutiful),
Alejandro González Iñárritu demostraba unos claros signos de identidad.
Su interés por hacer un drama de personajes extremamente trágico y
pesimista donde el maniqueísmo desesperanzado de su visión del mundo
afectaba a cada fotograma. Una particularidad que he de confesar que
hacía que sus cintas se me atragantaran, incluso con las que demostraba
su virtuosismo como director (el gran montaje de 21 gramos).
El súmmum llegó con la primera cinta sin Guillermo Arriaga con una
Biutiful tan hiperbólica que a muchos nos pareció una parodia
involuntaria de su cine y que recibió las peores reseñas de su
filmografía. Un film que, tal y como vemos ahora en Birdman, supuso un
punto de inflexión donde haría todo lo contrario que uno podía esperar
del realizador mejicano más pesimista de Hollywood: Una comedia. ¡Y de
"superhéroes"! En ella, un actor (Keaton), famoso por interpretar a un
superhéroe icónico, lucha para montar una obra de Broadway. En los días
previos a la noche de apertura, se enfrenta a su ego y trata de
recuperar a su familia, su carrera, y a él mismo.
Bueno, y ahora
una vez puestos en contexto, es cuando he de decir que Birdman me
parece de largo lo mejor que ha hecho Iñárritu con diferencia. También
es lo más opuesto a lo que había hecho hasta ahora, aunque muchos de los
elementos que ya se desprendían de su cine, siguen vigentes y
detectables en ésta, sin duda, que es una reinvención de su cine. Y un
puñetazo a Hollywood, al star system, e incluso a la crítica y al
público en forma de broma caústica y macabra.
Rodada a través de
diferentes planos secuencias, que parecen uno sólo (algo indescriptible
en una crítica, dirección estratosférica de planos y escenas
imposibles, puro goce visual del genio de Emmanuel Lubezki). Es como si
Iñarritu hubiera estado poseído por un Aaron Sorkin exento de la mayoría
de su optimismo. Los walk and talk del reparto del film que forman
parte del backstage de una adaptación teatral de Raymond Carver,
recuerdan a los del creador del Studio 60, mientras que sus gags sobre
el olimpo actual de Sunset Boulevard son un festival cinéfilo (Amy Ryan
aparte, en el papel de ex que se sienta en el patio de butacas). Y es
que los diálogos son tan inspirados como el elenco sobresaliente.
Todos
están de matrícula. Michael Keaton hace el papel de su carrera en
muchos sentidos y en todos sale victorioso. Emma Stone también esta como
nunca, de tal forma que nunca vemos a la actriz de Magia a La Luz de la
Luna, sino a la hija ex-drogadicta de la protagonista. Edward Norton
está memorable con su actor de método irritante, así como Naomie Watts y
Andrea Riseborough como las actrices de la función. Mención especial
para Zach Galifianakis con el último papel que os hubieráis esperado de
el "gordito de la saga Resacón" y cómo lo borda...
No obstante,
para mí hay peros. Y es que en el fondo, obviamente, Iñárritu sigue
siendo el mismo. Y aunque el film es divertido y te ríes, también existe
el subtexto marca de la casa detrás de esos personajes torturados por
la vida. Ese que gusta mucho a algunos y a otros como servidor, como he
expuesto antes, no tanto. Y es que creo que las secuencias oníricas
rozan el maniqueísmo de forma peligrosa y el final, deliberadamente
ambiguo, me dan mucho de que pensar sobre lo que nos ha querido contar
el mejicano pero…las cosas como son. Esta vez creo que el señor Iñárritu
se ha marcado una gran película.
NOTA: 8,5
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