Hablar de "The Imitation Game" plantea algunas cuestiones
que es imposible obviar referentes a su fidelidad: La presunta libertad con el
que se ha adaptado la vida de Alex Turing a la gran pantalla, no sólo
reformulando ciertos hechos si no la personalidad del artífice de la
computación moderna, lo que promovería un interesante debate de donde empieza
la adaptación del libro de Andrew Hodges sobre el matemático y donde la
invención; aún más cuando el retratado es un personaje real. No obstante, aquí
vamos a extrapolar estos dilemas para desgranar todo lo acontecido en el
metraje de este drama de Morten Tyldum y
valorarlo como conjunto fílmico.
Y en este caso, bajo este cronista, estamos
ante un notable ejercicio que usa su naturaleza académica de procedimental histórico para hablarnos sobre los mecanismos
sociales y un personaje ajeno a ellos. Dicho rol encarnado por un
magnífico Benedict Cumberbatch (arropado por un buen cast para la causa aunque más en segundo plano) plantea la interesante disyuntiva de, a pesar de
ser capaz de descifrar la máquina mas indescifrable de la historia es incapaz
de discernir los códigos de conducta humanos. El personaje posee un tipo de
autismo de alto funcionamiento o el denominado síndrome de Asperger que lo convierten para sus
colaboradores en un ser solitario, incapaz de relacionarse con los demás y de aspecto frío y petulante. Eso cambiará con
la ayuda de Joan Clarke (Keira Knigthley), una joven matemática que llegará al
equipo no sólo para demostrar su talento descifrando el código nazi si no
ayudando a Benedict a acercarlo al mundo "humano".
Esta es la base de "The Imitation game" que oscila en tres líneas
narrativas, (su niñez, durante la guerra, y después) centrándose sobretodo en
la segunda y revelando al final del film, que las anteriores sirven mas de
apoyo de la principal que propias subtramas con hondura. Y es que a pesar de
que todo queda bastante atado (amén de esos títulos explicativos finales a
veces discutibles), dichas resoluciones se antojan como esquemáticas y manifiestan
el gran problema del film. Querer abarcar demasiado. Cuestiones como la
homosexualidad de Turing en una época en que estaba penada están plasmados casi de puntillas a pesar de
su importancia debido a los esfuerzos que hace el film en centrarse en la
historia de un hombre alineado del resto de sus congéneres y su evolución,
dentro de los parámetros de su fisiología psíquica. No obstante, ese aspecto
del film está tan bien tratado y el film resulta tan entretenido como clásico,
al desarrollar por la vía british la dirección de Morten Tyldum acompañado por el reputado Oscar
Faura en la Fotografía y la música de Alexander Desplat. Dicha combinación se
traduce con un agilidad elegante, contenida aunque sin riesgos; que recuerda
inevitablemente a la reciente "La Teoría del Todo" de James Marsh.
Es justamente, esa circunstancia temporal, la que tampoco beneficia
el film de cara al espectador. Los dos están cortadas por patrones muy
similares y he de decir, que sin embargo, considero el film de Marsh
ligeramente superior. No obstante, en el fondo son cintas muy dispares ya que aquí no hay
romanticismo, sino algo mucho más difuso e igualmente interesante. Los
sentimientos humanos articulados como algoritmos que se pueden conjugar de
muchas formas posibles, y sin taras que los limiten más allá de su propia
naturaleza.
NOTA: 7
No hay comentarios:
Publicar un comentario