Hollywood está en un momento de falta de ideas para sus películas,
aunque los avances tecnológicos le han dado nuevo arsenal formal para
aburrir. Así que el reciclaje de premisas se marca una nueva víctima: La
épica bíblica. Ya lo hizo Aronofsky con su algo heterodoxa Noé y
próximamente, lo hará el director de Wanted con Ben-Hur. Exodus, de Ridley Scott, reproduce algunas claves de las
superproducciones de Cecil B. deMille (incluida la transformación de
nuestra geografía en caldo de cultivo para el péplum), pero en formato
digital. No obstante, la cinta tenía los suficientes elementos de
qualité para tener esperanzas: Un director, Ridley Scott, capaz de dar
no sólo con cimas maestras entre su eclecticismo, sino también de
reinventar universos fílmicos. Un director de fotografía, Dariusj
Wolski, responsable de algunos de los trabajos palomiteros más
destacables de los últimos años (la saga Piratas del Caribe, entre
otras). Y un elenco de actores de alto copete (Christian Bale, Ben
Kingsley) con algunas prometedoras figuras como la de Joel Edgerton, ya
visto en El gran Gatsby.
Sin embargo, Exodus no funciona. Por
múltiples factores, pero principalmente por un montaje desatinado, donde
la cinta se devora a sí misma y deja en evidencias sus virtudes, pero
también, y sobre todo, sus carencias.
Para empezar...El
dramatismo del film es inverosímil. Los actores, o bien están
desconectados desde el principio (Joel Edgerton está muy perdido como
Ramsés), o bien se desenchufan a las primeras de cambio (Christian Bale
se pone en modo automático tras el exilio), o simplemente, están
desaprovechados (el citado Kingsley y, en especial, Aaron Paul, en un
papel casi de figurante a pesar de ser Josué). Un caso aparte es el de
la española María Valverde. Quizá es la mejor de elenco, gracias a que
es la única que aporta matices a su encorsetado personaje, pero sus
intentos fracasan ante la nula química que tiene con el actor de Las
Flores de la Guerra o el Batman de Nolan.
Respecto al aspecto
técnico, cabe destacar que es donde la cinta da el do de pecho. El
antiguo Egipto en 3D es una gozada y el diseño digital no sólo funciona,
sino que es la única que articula un discurso coherente, junto con su
oscura fotografía. Y es que de la luz cálida tan propicia de estas
superproducciones faraónicas deriva en una paleta de colores fríos
(citando la película de Sánchez Arévalo, diríamos que el cromatismo de
este Exodus es “azul oscuro casi negro”) y da énfasis a los puentes con
el presente que presenta la cinta como metáfora: Donde los faraones son
los ricos, los esclavos son los pobres y las coincidencias entre la
crisis económica actual y la decadencia de Ramsés revelan dichas épocas
como hermanas. Y si además, conviertes esa decadencia en carne “cruda”
de trash digital, como aquí ocurre, tienes el placer palomitero
asegurado. Y más viniendo de un contestario (del sistema, eso sí) como
el señor Scott…
Sin embargo, esa cinta sólo está en el principio y
luego sólo se recupera en ciertos momentos, por culpa de esa estructura
caótica, que reduce el poder de show abstracto masivo de la película
(su mejor y prácticamente única baza) en algo casi anecdótico. Hay
demasiado relleno, y es que el film abre muchos frentes y no cierra
ninguno con un mínimo de solvencia. Es más, en la segunda parte parece
el tráiler más largo del mundo y ni siquiera su clímax da la talla. Ver
para creer...
En definitiva, una propuesta que, si hubiera
centrado más sus energías sobre todo en su lado más lúdico (si hubiera
sido más la Pompeya de P. S. Anderson, que una copia fútil de los 10
mandamientos de Cecil .B. DeMille); y en el debate teológico que, por
momentos se vislumbra (un aspecto que el citado director de Cisne Negro
sí acertó en su film sobre el arca), me hubiera convencido más como
pasatiempo navideño. Pero no es el caso. Desconozco si el resultado es
un hecho deliberado, pero lo que sí podemos deducir a través de esta
superproducción es que se confirma la tendencia a un cine de gran
consumo más expresivo y abstracto, cuya batalla con la narrativa
pronostica un final incierto, pero, a priori, como mínimo interesante.
En este caso, como siempre, el público proveerá.
NOTA: 4
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