Hay veces que en este mundo de
eruditos de cartón piedra que nos olvidamos el porqué se hacen las películas:
El público. Puede parecer un concepto muy global pero nada más lejos de la
realidad. Es el del público no se deja llevar por filias y fobias, que le da
igual quien se siente en la silla de director (como mucho, quien se pone delante
de la cámara). Llega al cine, escoge la propuesta que más le llama la atención
del tríptico publicitario se dispone a ver una historia. Y en este caso, la
historia está en formato documental; hecho que no le ha impedido que gane el
premio de Mejor película del público en el 62 edición del Zinemaldia,
sobrepasando en puntuación a los Relatos Salvajes de Damian Szifrón.
¿Y que tiene esta Sal de la Tierra
que ha cautivado al público de la Concha? Un relato humano, cuya existencia, ya
merece que se materialice en cinta para que todos la conozcan. Porque ya hace
cuarenta años, el fotógrafo Sebastião Salgado que recorre los continentes
captando la mutación de la humanidad y que ha sido testigo de los grandes
acontecimientos que han marcado nuestra historia reciente: conflictos
internacionales, hambruna, éxodos, etc...Un documento impresionante sobre la
humanidad con sus luces pero también con sus sombras. Aparte de contarnos la
historia de este fotógrafo portugués, poco necesita el film para enganchar. Las
fotografías en blanco y negro del portugués ejercen de documento estático pero
tan potente que causa fascinación cuando se junta con la voz en off del propio
Salgado; que ejerce de figura omnipresente y de ojo de halcón de toda la
humanidad. Poco más encontrarán en este documental pero es innegable que el
documento gráfico funciona. Porque con ese macguffin, Salgado retratado por Wim
Wenders como realizador del relato, nos da una lección de quiénes somos y donde
podemos ir para ser mejores, con honestidad y sin maniqueísmo. Y es que a
veces, una imagen vale más que sin palabras...La sal de la tierra: Oda a la
imagen, una historia que se vende sola y un mensaje que por ser ortodoxo no
deja ser necesario. Virtudes más que suficiente que incluso van más allá de lo
fílmico...
Pero si uno se cierne a lo puramente cinematográfico, su falta de
riesgo a mi me dejo algo insatisfecho. Podría haber dado para mucho más. El
discurso todo el mundo se lo compra (otra cosa es que se aplique). Y si uno
quiere mostrar información nueva es para sacar conclusiones nuevas, no para
obtener los mismos resultados de hasta ahora. Una dicotomía que para mi le
impide volar más alto pero cuyo vuelo creo firmemente que vale la pena.
NOTA: 6
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