Yinan Diao emerge como una figura autoral con voz y sello propio para contarnos la siguiente historia: En 1999, el policía Zhang Zili abandona el cuerpo tras la traumática muerte de dos de sus compañeros durante la investigación de un asesinato finalmente no resuelto. Cinco años después, el asesino vuelve a la carga, y Zhang, convertido ahora en un guardia de seguridad con problemas de alcoholismo, se plantea intentar capturarlo por su cuenta. Un estilo donde David Lynch y Wong Kar wai se dan de la mano en un espectáculo de luces tan coloridas como gélidas, igual que los seres sin alma que poblan el film.
Ya desde el minuto uno, en esa escena de dormitorio que Dinan Yao plasma por encima del alambre, el rol de Liao Fan ya se rebela como un ser de instintos salvajes, cuyo caso truncado le convierte mas aún en una criatura autocaníbal. Un yonki emocional que encontrará su propia droga en el el halo de candidez de Kwai Lun-Mei, que también igual que Zhang esta rota por dentro, puede entender dicha podedumbre.
Así pues, la cinta ganadora del Oso de Oro en la pasada Berlinale es una historia criminal fascinante e hipnótica y envolvente. Con sus sugerencias visuales, el film es algo más que un noir clásico con marcado sello autoral. Si bien se le puede de acusar de cierta pomposidad en el ritmo (en su segundo mitad su excesivo onirismo le hace perder fuelle) su apartado visual y ese subtexto valiente y milagroso, la convierten en una rareza necesaria que fascinará tanto a aquellos amantes del cine asiático con charm como a los admiradores del cine negro contemporáneo de qualité.
NOTA: 7
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